Sabemos que detrás de cada caso están las personas y sus problemas

Federico Pérez-Padilla asegura que ayudar al cliente supone una de las mayores satisfacciones de ser notario

Si te dicen a los cincuenta años que tienes que empezar de nuevo en una profesión que no es la tuya, seguramente se mezclen confusión, respeto, pero también ilusión.

Eso me ocurrió con la profesión de notario; unos profesionales que sentía que miraban por encima del hombro al resto. Y es que pensaba que no debía ser tan complejo hacer un testamento, constituir una sociedad o aceptar una herencia.

Desde mi profesión de corredor de comercio me movía en mundos como el bancario, pero nunca en temas propios del notario, por lo que no era capaz de calcular la dimensión del oficio.

Cuando empecé a ejercer, comprobé que cada día me enfrentaba a problemas que ni remotamente pensaba que tuviesen que ver con la actividad profesional del notario.

Y es que, detrás de cada caso están las personas y sus problemas, y éstos son infinitos: testamentos y herencias en contextos familiares muy difíciles que a veces obligan a ejercer una labor más humana que notarial.

Implicarse en estos asuntos ha supuesto la mayor fuente de satisfacción personal en el ejercicio de la profesión: abrir rayos de esperanza en situaciones complicadas es una de las principales satisfacciones de ser notario, que va más allá de firmar al final de un papel.

Desde la profesión de notario se puede socorrer a muchas personas que solo cuentan con estos profesionales para hacer determinadas consultas, bien por falta de medios o por desconocimiento de los trámites legales. Estamos para ayudar.